Se ha descubierto que el 60% de las células del corazón son células neuronales, que el corazón manda más información al cerebro de la que recibe de él, y que le influye en la percepción, en la toma de decisiones y en otras actividades cognitivas. Incluso puede inhibir o activar ciertas partes del cerebro. Pero quizá la prueba más chocante y plausible de que el corazón tiene cerebro sean las historias que cuentan los que han recibido el corazón de otra persona.
Cuando se empezaron a practicar los trasplantes de corazón, los receptores contaban historias sorprendentes; sus gustos y personalidades adquirían aquellos de los donantes. La más conocida es la de Claire Sylvia, ella escribió un libro sobre su experiencia, Change of Heart. En él cuenta cómo en 1988 tuvo que someterse a un trasplante de corazón y de pulmones, su donante era un joven de 18 años que había muerto un accidente de moto. Después de la operación, Sylvia notó que sus hábitos, gustos y actitud habían cambiado. Empezó a comportarse de forma más masculina, a tener antojos de comidas que antes no le gustaban como la cerveza y los pimientos verdes. En el artículo del Dr. Paul Peasall; Changes in Heart Transplant Recipients That Parallel the Personalities of Their Donors, publicado en la revistaNear-Death Studies en el 2002, donde entrevista a 150 pacientes de trasplantes de corazón, se encuentran historias como la de una niña de 8 años que recibió el corazón de otra niña de 10. Después del trasplante empezó a tener pesadillas recurrentes donde la mataban. Resultó que la donante había sido asesinada y gracias a la precisión de los sueños de la niña la policía pudo encontrar y arrestar al asesino. El estudio de Dr. Paul Peasall concluye que se han detectado cambios en el gusto de la comida, la música, el arte, preferencias sexuales, de ocio, el temperamento, el vocabulario, la filosofía, así como preferencias sobre la profesión de los receptores que coinciden con los de los donantes, y también la percepción de nombres, recuerdos, sitios o experiencias específicas y relativas a los donantes.
El campo electromagnético del corazón es muy superior al del cerebro, y no sólo influye en éste si no que manda información a todo el cuerpo. Este campo magnético no se limita únicamente al cuerpo físico sino que se extiende dos metros de diámetro a su alrededor, mandando y captando información a otros y de otros. Por eso cuando entramos en un sitio o nos encontramos con alguien sentimos o no afinidad… esto es la intuición o la corazonada, es el idioma del corazón. Pero no sólo puede el corazón influir en la gente que se encuentra a nuestro alcance; se ha descubierto que si una persona siente amor por otra, el latido de ese corazón que está sintiendo amor aparece en las hondas cerebrales de la persona por la que se está sintiendo ese amor, por muy lejos que esté.
Desde siempre se ha dado una importancia enorme al corazón, y se le ha asociado con la sede donde reside el Ser y el Amor. Los hombres espirituales de las sociedades indígenas de casi todas las partes del mundo oran sin palabras, se centran en el corazón y sienten en él el rezo ya cumplido; los rezos son por lo general asombrosamente eficaces. Irónicamente, es ahora cuando en “el primer mundo” estamos empezando a entender la fortaleza y la naturaleza del corazón, algo que nuestros antepasados sabían, quizá porque confiaban en lo que el corazón les decía, y el canal con el Ser estaba abierto. El Dr. Bradley Nelson, creador del Código de la Emoción, ha descubierto un fenómeno que afecta al 93% de los seres humanos, llamado el “Muro de Corazón”, y que quizás explique nuestra gran desconexión con el corazón, y por qué nos cuesta tanto escuchar la constante información que nos brinda, y tan poco lo que nos cuenta la mente… pero ese es tema para el próximo artículo.
Estela Davila
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